jueves, 9 de octubre de 2014

El género, la muñeca y el cintillo

Esta mañana en una tienda de Santa Clara un niño que todavía no cumplió diez años lloraba con estridencia. Al escuchar con atención, apartando los sollozos, todo el mundo alrededor supo que el niño era infeliz, como son infelices tantos niños que jamás obtienen los juguetes que desean. Pero este niño, buen niño, deseaba un juguete posible, un entretenimiento que la aparente economía de su familia podía costear. Sin embargo, el juguete posible es, a veces, el juguete prohibido. El niño, nuestro niño, reclamaba para sí una muñeca Barbie, que además, venía empaquetada junto a su pareja, un hombre tan estilizado como ella misma.

La abuela estaba dispuesta a complacer cualquier extravagante deseo del nieto conque no fuese el que efectivamente era. Cualquier juguete, cualquier diversión, cualquier precio, menos la muñeca. En medio de una multitud indetenible, al centro del ajetreo de gente que buscaba en cajones desordenados chancletas pares, la señora espetó sin contemplación:
—Tú eres macho… y los machos no juegan con muñecas.

Nuestro pobre niño, a su edad, aún no comprendía qué límites impone ser macho. Seguía la perreta, mientras se negaba el juguete, la muñeca, el goce. Y la abuela, perpleja ante tanta insistencia, tuvo que repetirle al niño, repetirse a ella, repetirle a la gente, repetirle al mundo entero que el niño era macho, y los machos no juegan con muñecas, los machos juegan con carros y pistolas, y las hembras (ah, las hembras) juegan con muñecas. Y tú no eres hembra.

Nuestro machito, limitado para siempre, deseaba un juguete, que era, a la vez, un modelo de personas heterosexuales, blancas, estilizadas y occidentales. Pero frente al prejuicio él solo era macho y la muñeca era la muñeca y la abuela sabía que los machos no juegan con muñecas. Y nada más importaba. Yo me fui de la tienda art déco, tan felizmente decorada con las garzonas de Conrado Massaguer, y el niño infortunado seguía llorando.

***
Ayer me acomodé un cintillo plástico en la cabeza para impedir que el pelo me molestara sobre la cara. Mi sobrino, asombrado ante esa imagen, preguntó a todos en la casa: «¿Y los machos usan cintillos?»

Anoche, cuando tocaron a la puerta mi madre me pidió que dejara a un lado el cintillo. Al principio dijo: «Luces horrible», y aclaró un momento después: «Nunca he visto a ningún hombre con cintillo». «He visto a miles», respondí.

Y ahora también he visto que el cintillo ha de ser prenda vedada para los varones, a pesar de su utilidad. Se inventó para las mujeres, no para mí. Dios mío… un simple cintillo plástico sin adornos ni flores ni flecos. Aunque, dígase la verdad, si tuviera adornos y flores y flecos quizás sería mejor.

Ha de ser que en alguna parte de alguna escritura sagrada que rige nuestra vida está escrito que los niños no jugarán con muñecas y los hombres no usarán cintillos, por una cuestión natural, dada, que precede al ser humano. Pero una niña tendrá para sí todas las muñecas del mundo, aunque representen inalcanzables modelos de belleza, aunque reproduzcan, per saecula saeculorum, roles de género injustos y desiguales.

En el mundo del género, que es, en definitiva, nuestro mundo, algunos asumen naturalmente el prejuicio. Otros se oponen. Y también hay algunos héroes/heroínas: travestis que transgreden las normas, y que no son ni lo uno ni lo otro, y son las dos cosas, y son nada y lo son todo. Y hacen las calles. Y quizás jugaron con muñecas. Y usan cintillos. Y les importa o no les importa el género. Pero lo desafían.   

6 comentarios:

  1. Yo, alguna vez, usé cintillo. Y mi mamá me compró, alguna vez, un peluche. Bravo por ti, te quiero y te admiro...

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    1. Gracias, Yuris. Me encanta que socavemos la construcción de género que supuestamente debemos respetar. También te quiero. Un abrazo...

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  2. Es imposible pasar por estas letras y no opinar, quizá porque el tema me toca muy de cerca...
    Aún cuando de pequeño no fui de los que lloró por muñecas.
    Pero siento por todos esos niños que estigmatizados, se aprestan a vivir sumidos en el sufrimiento, hoy, se debate por una muñeca que la abuela aún pudiendo no le quiere comprar, mañana será más difícil, decidirse a ser obvio o tratar de aparentar todo lo hipócritamente posible algo que no es, cual camino tomará? sólo el tiempo lo dirá pero conociendo a mi sociedad se que, cualquiera de las dos variantes, le será muy difícil.
    Por eso es necesario hacer, hacer para erradicar estereotipos, y hacer bien para callar bocas y para transformar conciencias.
    Tal vez en un futuro espero que no tan lejano puedas, estimado, ver una escena más normal que la que presenciaste y te inspiro a postear, una donde a la abuela lo único que le importe es que su nieto sea feliz.
    Con respecto a lo del cintillo el problema se complica un poco más, es demasiado lo que lleva implícito el fenómeno
    tantos situaciones desagradables no resueltos en nuestra sociedad, devenidos hasta en parte de programas de lucha no cumplidos que no nos permiten decir cuando mama y papa lo merecen -hasta aquí este soy yo y si no les gusta yo me marcho pues tengo derecho a usar lo que me resulté más cómodo- aunque eso lleve implícito -me acuesto con quien quiera y lo único que a ustedes debiera importarles es si es una persona de bien y me quiere- . Por el momento y por convivir en una casa multifamiliar donde coexisten varias generaciones "no puede usted usar cintillo compañero" so pena de ser víctima de estereotipos arraigados y de la sinceridad homófoba de los niños.
    Saludos santiagueros
    PD: Si quieres puedes usar como referencia tantos futbolistas que usan cintillos en los partidos con la misma finalidad que lo usaste tu según tus líneas.

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  3. Taylor, leí tu comentario atentamente. Te agradezco mucho todas las ideas que compartes aquí. Los comentarios siempre enriquecen el post. Claro, he visto a los futbolistas con cintillo. Lo voy a tener en cuenta para el futuro.
    Ah, yo también espero que un día la escena de la muñeca tenga otro desenlace. Tenemos que remover toda la construcción de género que nos limita. Un abrazo...

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  4. Yadán Crecencio Galañena León dijo: Muy bueno el texto Carlos Alejandro, de verdad que sí. Aunque no comparto todas las ideas, créeme que te doy toda la razón: hemos sobrevivido una sociedad patriarcal absurda que se preocupa más por el qué dirán que por ser felices y sentirse verdadera bien con uno mismo. Por desgracia, todos los niños (hembras y varones) sufren alguna vez este tipo de discriminaciones. Nos toca a los adultos de ahora modificar esas fórmulas rígidas de antaño y preocuparnos más por el contenido que por la forma. Otra vez, gracias por el texto.

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    1. Yadán, te agradezco mucho que hayas llegado hasta aquí. Por lo menos estamos de acuerdo en un punto esencial del asunto: la sociedad patriarcal nos limita como seres humanos. Gracias por dejar tu comentario. Nos vemos en el aula.

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