Para Abel Invernal y Yuris Nórido
Mi abuela es un ser mediterráneo. Hasta 1991 vivió en el campo, metida en el monte con escasos conocimientos del mundo que la circundaba. Cuando la Autopista Nacional reclamó su tierra, empacó los bártulos y salió con mi abuelo y sus hijos hacia la ciudad. Entonces prefirió permutar el apartamento que le regalaban en Santa Clara por una casita art déco en Placetas. De esa manera podrían salvar a diario la distancia hasta la tierra que cedían. Sobre todo mi abuelo, que hasta hoy viaja constantemente al «campo» (así, ya por antonomasia) para ordeñar su única vaca.
Pero, ¿por qué mi abuela nunca ha ido al mar? Supongo que demasiada ocupación en las vicisitudes cotidianas, en el hogar, en la cocina, que por ser la misma todos los días nunca lleva a nada nuevo, la alejaron de la costa. Mi abuela se levanta siempre entre las tres y las cuatro de la madrugada (¿vieja costumbre del campo?) y dice que no le alcanza el tiempo para todo lo que tiene que hacer. Supongo que en su vida pasó lo mismo. Una pragmática inconsciente, casi inoculada en las venas, la ha mantenido en el estatismo de todos los días, todas las mismas cosas.
Supongo que mi abuela tiene sueños, imagino incluso que alguna vez haya querido conocer el mar. Supe que en Brasil llevaron a una anciana, antes de morir, a ver el océano. Allá se explica (Brasil es el gigante sudamericano, hay gente que vive en el mismo centro del continente), pero aquí no se entiende.
Le dije: «Abuela, ¿quieres conocer el mar? Yo te llevo». Pero no supo qué responder. Yo quisiera que mi abuela quisiera conocer el mar. Que sus ojos se extraviaran en el límite del firmamento. Que se bañara en las aguas de una playa, al borde de las tierras. O que al final me dijera: «¿Este era el mar? Ya lo sabía, ya lo imaginaba, no me gusta…»
Gracias a la televisión ella tiene la idea de cómo es el océano. Seguro lo asocia con azul, brisa, agua, sal, tormenta, barco. Quizás le teme, como a un monstruo desconocido. Pero carece del conocimiento exacto, de la experiencia vital… Mi abuela pudiera morir sin conocer el mar.
Foto: tomada de internet.
O publicaba un comentario aquí, o no te dejaba mi impresión en otro post hasta que lograra hacerlo. este post me encantó. Como ya e he dicho desde que llegué a tus epicentros.
ResponderEliminarEstoy seguro que esta bitácora será un sitio para converger los buenos amigos, gracias a tus narraciones.
Enhorabuena!!!
Saludos de
Carlos Luis, muchas gracias por llegarte a mis Epicentros. Me alegra mucho que este post te haya gustado; por cierto, no inventé ni una coma. Seguramente —si no me vuelvo un vago— nos seguiremos encontrándonos por aquí.
EliminarUn abrazo...
oye, disculpa, Carlos. Uno de los Carlos de mi vida....llego tarde a tu blog, pero como dicen por ahí que m,ejor tarde que nunca, ya te enlazo, para tenerte cerca de mis botellas. Y a Abel Invernal, que el enlace lo perdí. Y bueno otra persona a la que está dedicado el post, Yuris, ya lo tengo desde....desde que las botellas se hicieron :) te quiero.
ResponderEliminarMi Leydi, bienvenida a Epicentros. Tú siempre llegas en el mejor tiempo. ¿Sabes? Aunque este post no está dedicado a ti expresamente, también es tuyo. Cuando evoco el mar estás tú; cuando te evoco a ti, está el mar. Te quiero.
ResponderEliminarNo recuerdo que mi abuela conociera el mar en la forma que quisieras tu que la tuya lo conociera. Me gustó mucho este post.
ResponderEliminarRichard, lamentablemente no podemos lograr todo lo que deseamos. Este fin de semana, frente a mi abuela, tuve la sensación definitiva de que jamás conocería el mar. Saludos...
EliminarTambién he quedado prendida a este pedacito tuyo Carlos. Espero algún también ganarme un post o un te quiero.
ResponderEliminarLiz, gracias por seguirme. Ya tienes el Te quiero... Un beso.
EliminarCarlos, me gusto mucho este post porque me acorde que mi abuela se murio y nunca vio el Mar. De hecho le tenia miedo sin haberlo visto ni siquiera por la TV. Sabra Dios cuantas personas como tu abuela o mi abuela se mueren en Cuba sin conocer algo tan maravilloso. Es una pena.
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