A punto de graduarse de Periodismo en la Universidad de La Habana el joven Arístides Vega Chapú renunció definitivamente a la academia. Entonces se hizo poeta, o dicho por él: la poesía lo escogió para dar sentido a las palabras desordenadas en su propio pensamiento. Luego se hizo narrador, para contar. Sería músico, o cineasta, si pudiera. Sin embargo, la única realidad que conocemos lo sitúa entre las voces esenciales de la Generación literaria de la década del 80 del pasado siglo en Cuba.
Sobre él, la poetisa cubana Lina de Feria alguna vez dijo: «Aunque estoy segura que no se plantea renovar, renueva (…) Su esencia tiene la naturaleza viva que a veces preñada de una espiritualidad máxima nos garantiza que ya su obra está, para ganancia de todos, en la sólida encrucijada de lo perfecto».
Arístides es conversador, espontáneo, casi imprevisible. La gente lo reconoce por su desenfado; lo siguen porque siempre dice lo que haya que decir donde haya que decirlo. Sus facciones, y quizás sus modales, advierten la sangre siria que heredó de sus antepasados emigrantes.
En su última novela, como en el resto de su obra narrativa, toma la historia real y la reinventa. Uno se pierde en la veracidad de su relato y comienza a creer lo inverosímil. En Steinway & Sons, publicada por la editorial madrileña Atmósfera Literaria, la realidad y la ficción, las personalidades del mundo y Cuba, se entremezclan con su propia familia mientras recrea un entramado lúdico, que es, posiblemente, su mundo ideal.
Foto: Carolina Vilches Monzón
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