lunes, 4 de noviembre de 2013

Ómnibus Nacionales: ¿La ruta del Mal?


Casi todos los viajeros cubanos saben que en la terminal de ómnibus de La Habana se «resuelve» un pasaje a cualquier destino por cinco dólares más el precio establecido para la ruta. Casi todos los que parten de la terminal interprovincial de Santa Clara saben que unos billetes de más «consiguen» el pasaje a cualquier punto de la geografía isleña. Casi todo el que viaja sabe que Ómnibus Nacionales padece el Mal.

Puede que los pasajes se hayan agotado tres meses o tres días antes, pero si usted tiene el dinero contante y sonante abordará la Yutong que sea, adonde sea. Tiene el Mal una pequeña reserva de asientos en el viaje de los humanos.

Aunque Ómnibus Nacionales se reordenó hace poco, parece que toda mejora se limita al cambio de nombre y de logo de la empresa, pues nada esencial, aparentemente, nos indica orden. Cuando la periodista Leydi Torres Arias evidenció con gracia y profesionalidad el maltrato sufrido por ella, ya sabíamos que Ómnibus Nacionales padecía el Mal.

Oscar Salabarría Martínez estudia periodismo en la Universidad Central de Las Villas y viaja a menudo hasta Jatibonico. Él, urgido de llegar a casa, prefiere entregar un «dinerito» por encima a las taquilleras, al jefe de turno o al expendedor/a del pasaje para asegurar su puesto en la ruta Santa Clara-Sancti Spíritus o Habana-Jatibonico. El dinero siempre se comparte –aclara él- entre todos los implicados. «Si no hay posibilidad de pasar el billete sin llamar la atención, la taquillera disimula, va al baño, y ahí hay que entregárselo”, termina mi amigo, compañero del Mal.

La crónica de viaje


El pasado jueves 24 de octubre, el periodista Maykel González Vivero y yo nos dirigíamos al VIII Evento Nacional de la Crónica Miguel Ángel de la Torre, en Cienfuegos. Viajaríamos en el ómnibus Yutong 2946 de la ruta Santa Clara-Cienfuegos, turno 7:40 a.m. Mi compañero había comprado un pasaje con antelación, pero yo debía anotarme esperanzadamente en la lista de espera (ocupé el número uno). Ante mi inquietud el anotador informó que ya no había posibilidad de viajar en la salida de las 7:40 a.m., aun cuando yo ocupara el primer número de la lista. La crónica de viaje –pensamos– iba a comenzar en ese momento.

¿Por qué no había posibilidad de viajar en aquella Yutong? Si ocurría un fallo de última hora, ¿yo no podría ocupar el asiento disponible? Con esa pregunta recurrí a la trabajadora de la taquilla de información, que me sugirió hablar con el chofer. Entonces, uno de los choferes me aseguró que no podría montar en la guagua si en la taquilla no me vendían un pasaje como se establece, y me indicó dirigirme al jefe de turno en el salón de espera de los pasajeros.

Allí, dos trabajadores se encargaban de los trámites. Ante mi solicitud el chequeador me entregó un número para comprar el pasaje. Y el jefe de turno, dirigiéndose a mí, espetó sin reparos: «Ahora tienes que pagarle a él». Sí, quiso decir: pagarle algo más de lo establecido por la tarifa oficial de precios. Cuando regresé de la taquilla, con mi pasaje comprado, todavía el señor esperaba en la puerta de salida para recibir su «pago». En definitiva, él me había «resuelto» un pasaje que no existía y yo debía retribuir su bondad. Yo, mal agradecido, me negué a pagar y abordé el ómnibus.

Pero, en la guagua había ¡17 asientos vacíos! Si se reservan seis para el tramo (tres para Esperanza y tres para Ranchuelo, como aseguró el chofer reticente) sobran 11 asientos. Mire usted: a mí me querían cobrar sobreprecio por un pasaje disponible. Lo peor: anotado en la lista de espera nunca iba a ser llamado. La situación se debe a un entramado de funcionarios, trabajadores, choferes y burócratas de la Empresa Ómnibus Nacionales, que unidos, estafan a los clientes de la manera más expedita (¿o se trata de desidia?).

En primer lugar, niegan a los pasajeros el derecho legítimo a viajar según el turno correspondiente de la lista de espera. En segundo lugar, y gracias a la situación que ellos mismos favorecen, exigen un sobreprecio que termina en sus bolsillos. Inconcebible: una guagua abandona la terminal con 17 capacidades libres y los pasajeros son burlados. ¿Los trabajadores de Ómnibus Nacionales conocen los lineamientos de la política económica de Cuba? ¿Saben los infractores que están cometiendo una ilegalidad penada por la ley?

A los ciudadanos comunes, de a pie, nos molesta el engaño. ¿Tiene que ser el hombre el lobo del hombre? Maykel González y yo redactamos y entregamos la queja respectiva en la dirección provincial de Viajeros y de Ómnibus Nacionales. Las autoridades competentes ya investigan; nosotros esperamos la respuesta definitiva, colofón de este reportaje.

Ahora algunas personas me asegurarán que nunca debí escribir esta entrada: bastaba quejarse en la dirección de las empresas implicadas. Yo no escribo, nada más, por este caso: no se trata únicamente de una experiencia aislada y personal. Así nada hubiera escrito. Me acusarán de generalizar, de difamar a una empresa por el fallo casual de un día. Sin embargo, nosotros sabemos que la historia se repite. Basta oír a los que viajan.

Algunos amigos me piden que no me desgaste en una queja, que «deje eso». Alegan que una persona no va a cambiar nada. Puede ser… todo puede ser.

5 comentarios:

  1. El único problema de esta 'entrada' es su alcance. Al final, con la pobre penetración de la web, ni con las formas alternativas de distribución de contenido (correos, memorias), poco impacto tendrá. Aunque mil veces lo monitoreen y lo lean 'donde tienen que leerlo', al final todo quedará en el mismo silencio con que se resuelven hasta ahora estas cuestiones (= impunidad). Tantas cosas pasan. Tantas cosas que se dejan pasar.

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    1. Luar, estoy de acuerdo contigo. Ahora se debate sobre el alcance limitado de las publicaciones en los blogs cubanos, y en definitiva, se sabe que muy pocos pueden acceder a internet. A veces quien más nos interesa que lea, no leerá. Y lo que no se sabe no existe, como apuntas. De todas maneras me niego al inmovilismo, y en todo caso, escribir es un ejercicio. Gracias por tu comentario.

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  2. Exactamente es una historia generalizada, que nos pasa, día a día a todos los cubanos, jovenes, viejos, mujeres, niños... nos pesa a nosotros los universitarios, que tanto tenemos que acceder a ese servicio
    Carlos yo también escribí de eso en mi blog. Te dejo el link:
    http://laspiedrasdelheraldo.blogspot.com/2013/07/el-4-en-la-lista-de-espera.html

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  3. Navegando sin rumbo predeterminado encontré tu blog y he disfrutado de la lectura de casi todas las historias narradas.
    Escribo desde lejos pero no me resultan ajenas tus experiencias,tus vivencias.Sigue dibujando en palabras la realidad a tu alrededor.Saludos.

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  4. Pues agradezco tu viaje sin rumbo que te trajo a mi blog. No importa cuánta sea la distancia; si las palabras, los sentimientos... son comunes nos acercan. Gracias por tu comentario. Un abrazo...

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